sábado, 9 de noviembre de 2019

Aborto tardío y terapéutico

... o cómo hacer más traumático algo que ya de por si es duro. En esta entrada quiero contar, desde mi punto de vista de la experiencia personal, algo que parece que es un tabú y está mal visto en España. Más allá de lo que permite o deja de permitir la legislación actual sobre el aborto. Cómo está tratado, la información que te ofrecen en el hospital cuando no es algo que buscas, sino una tragedia que te sobreviene y te arrolla en una realidad que es como es: un embarazo es una carrera de obstáculos, no es fácil, surgen complicaciones y la naturaleza a veces es cruel. Vivir un aborto terapéutico y tardío es una experiencia que marca.

Ese sentimiento, mi huevo se "ha cascado"... y yo con el.

Qué es un aborto terapeutico y tardío



Un aborto es algo que no se desea, máxime si era un embarazo deseado, has llegado a la mitad del mismo y empiezan a aflorar los problemas. Se define como tardío aquel que tiene lugar de manera espontánea pasadas las 12 semanas de embarazo y hasta la 20. Las causas pueden ser diversas, como la muerte fetal o debilidad del cuello del útero, tumores uterinos, infecciones... Todas ellas desgracias indeseables. También puede ser fruto de un golpe accidental o de maltrato físico.




El terapéutico es inducido cuando, antes de llegar o ya en la semana 20. Se provoca porque peligra la salud mental o física de la madre, o bien porque se presume que el feto tendrá graves taras físicas y psíquicas o no va a sobrevivir. En este caso hace falta la autorización de dos médicos. También se puede solicitar la interrupción legal del embarazo (ILE) en caso de violación.


Nada de ello es plato de gusto y lo desagradable es que la ley siquiera contemple como distintos estos tres supuestos y los vigile estrechamente.


Cómo funciona


Usa vez asimilas que estás en uno de esos supuestos, la información que te dan en el hospital es el papel con las firmas correspondientes del equipo médico que realiza el diagnóstico y un número de teléfono de la Consejería de Sanidad. Al menos tienen la decencia de darte cita para el mes siguiente para una revisión posterior (y entregarte, de paso, los resultados de alguna prueba adicional como una amniocentesis que explique porqué pueden haberse dado ciertas malformaciones) Y no hay más información. Ni cuál es el procedimiento a seguir (aparte de llamar al teléfono que te dan) ni qué esperar en tu caso concreto. Toda esa incertidumbre da lugar a un miedo que se une al dolor que acumulas por la inminente pérdida.


El hospital se lava las manos y no va a realizar la "operación"... o lo que sea que te espera.


Buscando información y consuelo


Si eres una persona mínimamente curiosa, empiezas a indagar: la gente no cuenta estas cosas, puedes oír que fulanita o menganita perdieron un bebé, pero no se pregunta (porque se presupone que duele) a menos que haya confianza y/o surja la conversación al hilo de tu propio caso. A veces ya es tarde cuando te enteras de otros casos similares, así que de poco te sirve esa información, salvo por el "mal de muchos, consuelo de tontos".


Como estamos en el siglo XXI miras en internet y la verdad es que hay poca información en la red y mucha muy partidista. Algunas páginas web parecen creadas por "antiabortistas" y autoproclamados "defensores del no nacido", que no dudan en incordiar entre las descripciones de cómo se hace incluyendo incómodas fotos de cómo sería el feto según la semana. De verdad, ¿hay necesidad de hurgar en la herida mostrando eso? ¿es recochineo o ganas de "remover conciencias" y "salvar" una vida que ya viene truncada de serie? Ni os lo enlazo porque no merecen una mísera visita. La decisión está en manos de la madre, con el consejo del equipo médico que lleva su embarazo como mucho.

A veces es la naturaleza la que ya ha tomado la decisión por ti, como en el caso de fetos que mueren en el vientre materno.


En ocasiones encuentras algún testimonio escrito, como pueda ser este, del que cuelgan un sinnúmero de voces llamando "asesina", literalmente, a la pobre mujer que, muy seguramente con todo el dolor de su corazón, está expresando sus dudas y compartiendo su pena. Desde aquí agradezco a todas esas mujeres que hayan compartido su pena y sus dudas, que son las de muchas otras. Por otra parte les recuerdo a todos esos ""buenos cristianos"" que ir por ahí rebuscando esas confesiones, insultando y acusando a la madre sin saber las causas que han llevado a la penosa pérdida, que se pueden meter su opinión por ahí mismo.

El procedimiento


Quería hablar del procedimiento seguido por la administración en estos casos. Desde el momento en que llamas a la Consejería de Sanidad y hasta que ésta te deriva a una clínica privada. El teléfono que te han proporcionado enlaza con un funcionario en un horario restringido: de 9 a 14, al que puedes estar llamando durante más de media hora en un bucle marca-comunica, cuando al fin te contestan les das tus datos, los del hospital y te dan una clave alfanumérica y una hora para que acudas a sus oficinas con tus papeles firmados por los médicos en los que te dan permiso. Todo muy con intención de "preservar el anonimato", como si fueras un espía... o un delincuente. Cuando preguntas a qué sala o persona debes dirigirte te indican que sólo hay una, no tiene pérdida. Además, la funcionaria de turno que te atiende, sin saber nada aún, te recomienda acudir en ayunas, ¿a hacer unos papeleos? ¿en serio? Menos mal que no le hice ni caso.


Una vez en la Consejería te encuentras con un montón de mujeres, algunas solas, otras acompañadas, hacinadas en una sala pequeña e incómoda, esperando a que las llamen por la letra y número que les corresponde en ese misterioso código anónimo. Las ves y hay de todo, desde jovencitas con toda una vida por delante, señoras ya mayores que han cumplido con su vida y no quieren más líos, alguna que tiene prisa porque llega tarde a clase o a un examen y ¿que no se enteren en su casa? Gente cuya casuística no es asunto de nadie, pero que están allí por propia voluntad para lo mismo que tú. Así que "anonimato" es el justito para pasar el rato. Te llega el turno y presentas tus papeles, los visan y fotocopian, registran tus datos en sus ordenadores, te asignan una clínica privada en la que ya te esperan esa misma mañana (al menos en eso no marean más la perdiz).


Mi pregunta en este punto es ¿por qué tengo yo que sufrir estos papeleos? ¿acaso es poco castigo lo que tengo encima? ¿por qué igualarnos de esa manera tan ruin, tanto a las que eligen voluntariamente, como a las que no tienen elección, o no quieren prolongar lo que sería una agonía, o a aquellas cuya vida peligra? ¿por qué esto no se realiza discreta, profesional y rápidamente en el hospital de referencia? ¿a qué viene ese control extra? ¿acaso no está ya autorizado por dos médicos? ¿no se registraría igual la realización de estos procesos desde el hospital de manera interna sin tener que someter a las mujeres a los trámites? ¿quién ha decidido que este procedimiento pase de médico a administrativo? 

A la clínica externa


Total, otro paseo hacia la clínica asignada, un lugar discreto y con el aspecto de un edificio cualquiera, como para pasar desapercibido. Vuelves a tener esa sensación de "ni que estuviera haciendo algo ilegal". Te reciben amablemente y esperas tu turno para ver al doctor, casi sin cruzarte con nadie más, mientras lees unos folios en los que detallan el procedimiento, los requisitos para la anestesia que utilizarán y los teléfonos de contacto de urgencias de su clínica. Allí te revisan la tensión, te hacen un análisis de sangre y la batería de preguntas básicas sobre alergias a medicamentos y demás, hacen una nueva ecografía para reconfirmar el diagnóstico con el que acudes y esperas a que te vea otro doctor que, ¡al fin! Te explica de palabra correctamente y sin perder una amable y tranquilizadora sonrisa el procedimiento que van a seguir con tu caso en concreto. Te vas de allí con instrucciones precisas y la medicación necesaria para iniciar el proceso químico desde casa y una cita para dos días después a primera hora. Es más, la primera dosis te la tomas allí mismo. Si hubiera hecho caso a la funcionaria de hace dos párrafos hubiera sido mi primer sorbo de agua en bastantes más de doce horas y tras un largo periplo y esperas. Desde aquí a esa mujer que se pasó de lista: Gracias por nada, señora mía.


Y con esta ya hemos echado dos mañanas, una en el hospital y otra haciendo tediosos papeleos. Tres en realidad, si sumamos la fatídica mañana en la que descubren que está pasando (en la decisiva ecografía de la semana 20) y te informan por primera vez del estado de la cuestión. Ya hemos aprendido una cosa más: a no ilusionarnos demasiado hasta bien pasada la ecografía de la semana 20, por lo que pueda pasar, a acallar nuestra felicidad y no presumir de embarazo a los cuatro vientos. Es difícil, más aún cuando es tan deseado, pero... Nunca más volveré a estar tranquila durante un embarazo. Antes por si viene mal, después por el riesgo de preeclamsia. Será una agridulce espera, ya que la amenaza de lo ya vivido pesará como una losa unida a los habituales miedos durante el embarazo.


El proceso ya está en marcha.


De una manera química en un par de días se provoca el parto, sólo hacen falta dos pastillas para empezar las contracciones y que el cuerpo se disponga a la expulsión del feto. Dos horas antes de la cita programada otro par de pastillas aplicadas localmente en la vagina y... Se desata el proceso. Personamente me daba mala espina empezar en mi casa y tengo que decir que tenía razón. Llegué en coche, con la bolsa rota, desbordada, llamando de urgencia para que me atendieran nada más entrar, lista para el expulsivo.

Los opinólogos


Aparcamos a la puerta de la clínica, un sábado a las 9 de la mañana. Allí estaban unas viejas meapilas con unos folletos en la mano que te abordan con un "¿te lo has pensado bien?" Mire, señora, por no llamarla otra cosa, ¿acaso no ve que voy chorreando mientras me tapo con una toalla empapada? Esa gente nunca está a la puerta de Sanidad exigiendo mejorar las ayudas a la dependencia, ni cuidando de manera altruista a familias desbordadas. Gracias por su "empatía" con el "no nacido", pero a los vivos nos hace más falta ese apoyo.


Si habéis venido a leer esto para luego criticar, opinar que soy una criminal, que el aborto es un asesinato y otras gilipolleces fruto de vuestra educación religiosa y vuestra moralina barata, en serio, por mi os podéis dar media vuelta y desaparecer del mundo, multiplicaros por cero, ir a la mierda o a dar por culo a otro sitio entre vuestra fauna. Hala, "con Dios".

El expulsivo


Sigamos con el proceso. Cada mujer es un mundo, había hablado con una amiga en una situación similar que estuvo horas con contracciones idénticas a las del parto. Yo no. Me dolía más el alma que el cuerpo. Desde el momento en que rompí la bolsa sólo tuve ganas de vomitar. Cuando entré me instalaron en una habitación, me tomaron tensión, temperatura y me pusieron una bolsa de suero. Y sin muchos preambulos, acompañada en todo momento por una enfermera muy atenta y empática, dije "Noto algo... bulto o lo que sea". Y allí mismo, en la cama, con un empapador, me dice "pues a empujar un poquito".

... Y acto seguido, con un retirar y tapar, ya estaba fuera y cubierta por una tela.  

Mi niña mutante. Hola y adiós

Pregunté si podía verla un momento. Por supuesto, me dejó. Era pequeña, delgada, roja como un conejito despellejado de la carnicería. No le vi la cara, tampoco miré. Supongo que en parte estaba en shock. Le miré la espalda, donde sabía que tenía que haber un bultillo o algo, pero no distinguí nada. "Suficiente", dije.

Espero que haya encontrado un cuerpo mejor para reencarnarse o algo similar, ese no era un buen lugar para quedarse.

El legrado.


Me llevaron en una silla de ruedas a un quirófano, muy cerca de la habitación. Me tumban en una camilla con esas patas para tener las piernas en alto como las que ya conoceréis de las citologías. Me atan los brazos en un pispás con unas correas, no sé muy bien para qué y me ponen la mascarilla. Ni me entero de que estoy dormida.

Despertando de nuevo.


Desperté en una camilla en una salita con hueco para más camillas, había sido la primera de esa mañana. Estaba sola, relajada, debía permanecer tumbada un rato más, resposando la anestesia sin prisa. Poco después trajeron a otras mujeres como yo. Y ahí fue cuando me atacó la empatía. Yo estaba tan tranquila, pero al entrar otras con el grifo de lágrimas más suelto, me animé también, todas sin histerismos, simples lágrimas que corrían por las mejillas mientras hablábamos.

Una de ellas venia maquillada y me sorprendió, quizá era maquillaje permanente, porque luego tenía que salir a un viaje con el novio, a seguir con su vida. Otra era una señora de mediana edad, con sus hijos ya adolescentes, comentó que ella ya había dado por "cerrada la fábrica" y un bebé a esas alturas ya no entraba en sus planes, ni en su presupuesto familiar. Era la que más dispuesta estaba a hablar, quizá porque era más extrovertida, la más tranquila, con la lágrima menos suelta. Sólo ella sabía lo que le movía por dentro.

Al rato vino una de las enfermeras, muy amable, si nos apetecía ir al baño a orinar, caminar unos pasos de su brazo y a comenzar a expulsar la anestesia. Yo no estaba para nada mareada y me animé. Tras eso me devolvieron a mi habitación individual, en la que había comenzado todo el proceso y me esperaba mi marido. Con idea de seguir reposando allí unas horitas más. Nos pusimos música en la televisión, estuvimos charlando animadamente, con ganas de moverme y salir de allí, que no decaiga el ánimo. Nos gusta tomarnos con humor las cosas y sonreír pese a lo adverso de la situación. Cuando pudimos irnos me prestaron unos pantalones muy amablemente, ya que yo había puesto mi ropa chorreando y únicamente llevaba bragas de repuesto.  Nos informaron al salir del grupo de duelo que trabajaba con la clínica, nos llevamos la información a casa.

Una vez en casa.


Regresamos a descansar, cuerpo y mente estaban agotados. Nos tumbamos en la cama y allí ya lloré todo lo que llevaba dentro, en la intimidad de mi hogar, en mi lecho, con el padre de mis criaturas, juntos en el lugar donde realmente nos sentíamos cómodos. Una vez cumplido ese descanso ya iríamos a recoger a nuestra niña mayor y a seguir con nuestro día a día.

Posparto extraño


Comenzaba un posparto extraño, porque es una baja igual, has pasado por una parto, pero antes de tiempo, te marchas a casa con los brazos vacíos y el corazón con unas cuantas tiritas, con un frasco de dos pastillas (Dostinex) para cortar una leche que aunque subiera no serviría para nada. Como no hay niño, enseguida estás listo para volver al trabajo, mientras todos tus órganos vuelven a su lugar.

Como mi niña mutante era la segunda en la línea sucesoria de esta casa, había que seguir a tope con la mayor, con su día a día, sus pañales, sus juegos, su parque, sus biberones y sus lecturas en el sillón. había momentos en que se escapaba la lagrimilla en honor de la pequeña perdida y le dabas un fuerte achuchón a la mayor, sin muchas explicaciones al respecto.

Proceso de duelo


Pasa el tiempo y sigues con tu propio duelo. Después del primer atracón de llorar, de las primeras bromas y de "bautizar" a esa pequeña como "niña mutante". Mi niña, esa que con todas las XXX que llevaba a cuestas no la dejarían entrar en los X-Men por abusona y otras chorradas que en mi fuero interno aliviaban la tristeza.

Tras hablar del tema con libertad ante todos aquellos oídos amigos que me quisieron escuchar, del día a día con los achuchones a la mayor, de guardar el expediente médico para el recuerdo. Al final pasó el tiempo y no acudí a ningún grupo de ayuda o de duelo por muerte perinatal, a pesar de que los hay. Porque me siento en paz con mi decisión y con sus consecuencias, en paz con mi chica.

Error del sistema, demasiadas X detectadas.

La indignación


Entonces fue cuando comencé a escribir esta entrada en el blog, para hablar de ello un poco más, para cerrar, poco a poco, lentamente, esa herida y esa indignación que me brota cuando oígo a políticos purilis hablar del aborto sin tener ni puñetera idea de casos como el mío.

A todos esos beatos piadosos de medio pelo con la empatía de una ameba, muy capaces de acudir a molestar a la puerta de una clínica o, peor, legislar para volver a penalizar el aborto. 

Porque el proceso, aún dentro del marco legal, ya me pareció bastante penoso como para que estuviera mal visto o prohibido. Y más aún, pensar que tengo la "suerte" que tengo por estar en Eespaña y no en otros países cuya lucha por despenalizar el aborto continúa. Tenéis todo mi apoyo.

Por supuesto que mi opinión está a favor del aborto, de todo aquel que tenga que recurrir a ello, por la razón que sea, por la necesidad de que sea legal, libre y gratuito independientemente de la edad y condición social o circunstancias de la mujer. Que en todo momento pueda acudir a pedir ayuda psicológica que no suponga un desgaste mayor (no hay más que buscar imagenes de apoyo para encontrarse con los "anti" haciendo sangre del tema, que bastante duro es ya), sea o no deseado.

El agradecimiento


También escribía porque no puedo dejar de pensar en el agradecimiento infinito que siento por el personal de la clínica privada, obviamente especializado en estos temas, que me trató con tanto respeto y empatía, que no me hicieron sentir en absoluto incómoda. Que con muy buenos modos que hicieron saber que existía un grupo de duelo, muy necesario en muchos casos, porque cada persona es un mundo y se toma las cosas de una manera.

Gracias a mi pareja, que asumió su parte en la pérdida, estuvo allí en todo momento. A mis tíos, que se encargaron de limpiar el desaguisado del coche, de darme una toalla enorme para el líquido que iba perdiendo mientras dejaba a mi mayor con ellos a pasar el día. A mis compañeras de baile y a las mamás del barrio, que me escucharon cuando quise hablar del tema, que fueron preguntando con todo su tacto por cómo lo llevaba. Por mis colegas piñas, con las que he tenido el gusto de compartir experiencias similares también, porque con sus historias ayudan a normalizar la existencia de estos procesos de pérdida.

Finalmente, gracias por haber leído hasta aquí.

El tiempo vuela...

Y soy consciente de que he estado dos años dándole coba a esta entrada, al principio me lancé muy decidida, se nota el lujo de detalles, muchos de los cuales nunca olvidaré, otros tantos que más adelante han ido perdiendo fuerza para ganarse un hueco en la narración pero siguen ahí. Ahora mismo me enfrento a poner imágenes a esta entrada, harto difícil, porque no sé muy bien cómo ilustrar el vacío sin resultar repetitiva, o demasiado personal, como el resultado de la amniocentesis, que es bastante peculiar por lo poco habitual.

Grupos de apoyo al duelo perinatal


Llegado este punto quizá debería dar voz a los grupos de duelo y demás apoyo psicológico existentes, pero eso ya dejo a  cada uno que acceda al que le pille más cerca. De pronto recuerdo que busqué información en una página que me recomendaron, Umamanita, también una amiga, la doula afincada en Barcelona Mamá Tribu, participa de su grupo de apoyo al duelo, partiendo también de su experiencia personal.

Toda esta información es útil, ya no sólo que esté orientada a la persona que ha sufrido la pérdida, sino a todo aquel que la rodea, porque... bueno, no hay consuelo en esos momentos que valga según qué comentarios dichos con la empatía de un protozoo, en serio, si no sabéis qué decir en según qué momentos, mejor callad.



Imagen de Pepa García










sábado, 28 de septiembre de 2019

Amistad, Madres Sueltas y su #VDI

Me sumo a la propuesta de los Viernes de Inspiración  #VDI de las Madres Sueltas.

Sobre lo que me inspiran mis piñas, mis madres de tuiter, las madres sueltas y mi comunidad virtual.

Son esas personas que siempre están ahí, al otro lado de las redes, escuchando, mañana tarde y noche, soltando su lastre también, porque donde hay una voz, hay unos oídos que se solidarizan.

Son personas reales, algunas de las cuales he tenido el placer de conocer en persona.

Son amigas y madres, con los mismos quebraderos de cabeza que yo, con el mismo tiempo limitadillo.

Son mi gente, la que no esperaba encontrar cuando entré en las redes sociales, más allá de todo postureo.

Y sí, lo dicho, juntas somos una piña.


pegatina piña niño





sábado, 2 de febrero de 2019

Breve historia de mi último parto


Érase una vez, a principios de junio de 2018.

Corría la semana 39+2 cuando...

Después de una tarde de parques muy entretenida con mi chica mayor, vuelvo a casa y nos disponemos a la rutina de baño-cena.

Digamos que empecé a incomodarme sobre las nueve, cenamos, nos acostamos...

Y a las dos me desperté y esto iba en serio. Ya dolía y eran cada 12-13 minutos, aguanté un rato, midiendo con el reloj, y a las tres empezamos a movernos. Duchas rapiditas, gestión de niña mayor, se reducía el tiempo muy locamente, y a las cuatro cuarenta ingreso con 7 cm.

¿Epidural? No contaba con ella, y sin ella seguí, ¡A saco!
Me dejaron un espejo para ver el progreso del parto, realmente interesante.

Y a las 5:27  ¡pop! 
Estaba fuera.
2620, un kilito más que la mayor (que nació en la semana 35 apresuradamente).
Cero puntos, todo en orden.

Todo guay con su piel con piel, tan ricamente. Durante el cambio de turno, a eso de las ocho, a planta y a trabajar tetilla y a descansar.

The end.




Algo tan rápido no se podía contar más largo, ¿no os parece?

Mis chicas


Esta breve historia responde al aluvión de historias de terror que se leen o te cuentan sobre los partos de unas y de otras en la blogosfera maternal y en el mundo real. No todo es terrible, también puede ser así, "una horita corta", como te desean cuando te ven ya a punto de caramelo. Mucha suerte a todas las que estén esperando el momento.